Fresco de Ignacio Gomez Jaramillo. 1938,
Capitolio Nacional
Los habitantes de la provincia del Socorro luchan por condiciones
dignas y justas de vida, están en desacuerdo con las imposiciones de la corona
y bajo este contexto es que la revolución surge. El levantamiento
armado de los oriundos de esta región, desencadenara más adelante en uno de los
primeros movimientos sociales más grandes de nuestra historia, esta
insurrección inicia cuando por parte de la corona española, es enviado un
visitador regente al virreinato de la Nueva Granada para ser en un primer
momento un jefe administrativo del Virrey , sin embargo sus poderes fueron más
allá.
El cargo le fue encomendado a Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, este por tratar de fiscalizar y mejorar la estrategia de recaudos para la corona , implanta una reforma fiscal que aumenta y revive nuevos impuestos como el de la Armada de Barvoleto o impuesto sobre las ventas[1], afectando a todos los habitantes de la región que indignados por las medidas deciden luchar y transitar hasta Santa Fe para que las medidas sean abolidas , Aquí surge la llama de la revolución pues en 1781 estalla la Insurrección Comunera siendo este el primer acontecimiento de trascendencia que enmarca la lucha por la independencia.
El cargo le fue encomendado a Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, este por tratar de fiscalizar y mejorar la estrategia de recaudos para la corona , implanta una reforma fiscal que aumenta y revive nuevos impuestos como el de la Armada de Barvoleto o impuesto sobre las ventas[1], afectando a todos los habitantes de la región que indignados por las medidas deciden luchar y transitar hasta Santa Fe para que las medidas sean abolidas , Aquí surge la llama de la revolución pues en 1781 estalla la Insurrección Comunera siendo este el primer acontecimiento de trascendencia que enmarca la lucha por la independencia.
Este movimiento nace en el socorro el 16 de marzo de 1781 cuando Manuela
Beltrán llena de indignación por las medidas rompió el edicto referente a las
reformas fiscales impuestas por la corona y su visitador regente Gutierrez de
Piñeres , y al grito “viva el Rey y muera el mal gobierno. No
queremos pagar la armada de Barlovento” surge la gran
chispa de la insurrección Comunera. El movimiento comunero en su trayecto a Santa Fe adhiere muchos
adeptos de las distintas provincias a su causa y como líderes de este
movimiento fueron elegidos como general Juan Francisco Berbeo y junto con
otros notables del movimiento entre los que destacan Salvador Plata y Francisco
Rosillo constituyen la junta llamada el “común” de donde les vino el nombre de
comuneros. En el camino los adeptos a la causa comunera se calcularon en
casi 10.000 o 20.000 hombres (ENCINA, 1961, pág. 17).
El movimiento al tener esa gran cantidad
de hombres causo temor a las elites españolas que gobernaban en Santa Fe,
por tal razón se creó una comisión negociadora que persuadiera el movimiento y
lo extinguiera, este movimiento estaba compuesto por El primer Marques de San
Jorge don Jorge Miguel Lozano, El Arzobispo de Santa Fe, Antonio Caballero y
Góngora y el alcalde de Santa fe Eustaquio Galvis.
Retrato de El Señor Don Jorge Miguel Lozano de Peralta, y Varaes, Maldonado de Mendoza, y Olaya, Ilustrísimo Marqués de San Jorge de Bogotá. Octavo poseedor del mayorasgo de este nombre. Ha servido los empleos de Sargento Mayor Alferes Real y otros varios de República en esta corte de Santafé, su Patria. Óleo sobre tela. Autor: Joaquín Gutiérrez. Fecha: 1775. Museo de Arte Colonial
Esta comisión se encontró con los comuneros a la altura del actual
municipio de Zipaquirá a mediados de mayo del mismo año. A medida que se
dieron y avanzaban las negociaciones, el astuto Arzobispo Caballero y
Góngora se dio cuenta que uno de los patrocinadores de la lucha comunera
era el Primer Marques de San Jorge y aprovecha esta situación para chantajearlo
, obligando al Marques de convencer a su amigo el general Berbeo de que la
mejor forma de acabar la negociación es aceptando las capitulaciones propuestas
por la comisión de notables de Santa fe. Al final Berbeo, acepta las
capitulaciones por consejo de su amigo y el 8 de junio se firman y se pactan
los acuerdos en presencia de todos los capitanes comuneros y la comisión
tal como no lo narra este relato tomado de la Revista Credencial
Historia:
“El 7 de junio, día lluvioso e inclemente, como todos durante la campaña, el comandante Berbeo y 200 de sus capitanes junto con el cacique Ambrosio Pisco se presentaron en la casa parroquial de Zipaquirá, donde se alojaba el arzobispo. En su mesa pusieron una incendiaria carta anónima llegada de la capital en la que se advertía a los insurrectos que la junta de Santafé había ordenado una revisión minuciosa al texto de las Capitulaciones. A las 11 de la noche, en Santafé, la junta aprobó el documento, aunque dejó constancia al rey de la aceptación había sido arrancada por la fuerza y sería, por tanto, nula.
“El 7 de junio, día lluvioso e inclemente, como todos durante la campaña, el comandante Berbeo y 200 de sus capitanes junto con el cacique Ambrosio Pisco se presentaron en la casa parroquial de Zipaquirá, donde se alojaba el arzobispo. En su mesa pusieron una incendiaria carta anónima llegada de la capital en la que se advertía a los insurrectos que la junta de Santafé había ordenado una revisión minuciosa al texto de las Capitulaciones. A las 11 de la noche, en Santafé, la junta aprobó el documento, aunque dejó constancia al rey de la aceptación había sido arrancada por la fuerza y sería, por tanto, nula.
El día siguiente, 8 de junio, a las 8 de
la mañana, llegó el documento a Zipaquirá. En la iglesia con todos los
capitanes comuneros y pueblo presente, los comisionados se arrodillaron frente
al prelado, pusieron en sus manos el misal y luego juraron “por Dios nuestro
Señor, por su Santa Cruz y por sus santos cuatro evangelios, en nombre del Rey
nuestro Señor, guardar las capitulaciones propuestas por dicha Real Audiencia y
junta”. Así, “el comandante general de las ciudades villas y pueblos que por
comunidades componen la mayor parte de este Reino y en, nombre de las demás
restantes, por quienes presto voz y caución”, logró imponer sus condiciones”[2].
Pero ¿Qué acuerdos y negociaciones
contenían las capitulaciones firmadas? y ¿Qué garantías tendrían para los
comuneros? Ninguna, las capitulaciones simplemente fueron una máscara de
diplomacia por parte de la elite española que gobernaba el virreinato para
disolver y exterminar el movimiento comunero, aunque sin embargo es interesante
analizar que contenían las mencionadas capitulaciones:
“¿Qué se estipuló en las Capitulaciones?
Rebajas en el precio de la sal y posibilidad de pagarla en especie, respeto a
la propiedad de los resguardos indígenas, supresión de “donativos voluntarios”
al rey sin consentimiento de los súbditos, abolición del impuesto de armada de
Barlovento, reducción del 4 al 2% del antiguo gravamen de la alcabala sobre productos
europeos y su exención total para los alimentos, el algodón y la hilaza,
reducción del precio del tabaco y de los aguardientes, rebajas en el papel
sellado, y amnistía general para todas las multas. Salida rápida de las
cárceles, después de comparecer ante juez, mediante pago de pequeñas fianzas,
prohibición de que los caminos y puentes pudiesen ser de propiedad privada,
tarifas notariales fijas, y control a los derechos eclesiásticos, especialmente
en las tarifas de bautizos, matrimonios y entierros.
En adelante, los criollos y el pueblo
tendrían mayor conciencia de sus reivindicaciones, que a la postre conducirían
al movimiento independista en la siguiente generación”.
Los líderes del movimiento, fueron
perseguidos y asesinados cruelmente, el caso más conocido es el del líder
comunero José Antonio Galán quien fue asesinado en la plaza mayor de Santa fe,
desmembrado y cada una de sus extremidades puestas en la plaza de cada una de
las provincias insurrectas, para sembrar el terror y acabar la chispa de la
Rebelión. Eso lo podemos observar en la sentencia de muerte al líder comunero
firmada el 30 de enero de 1782:
“Condenamos a José Antonio Galán a que sea
sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio, donde sea
puesto en la horca hasta cuando naturalmente muera; que, bajado, se le corte la
cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes y pasado por la llamas (para lo
que se encenderá una hoguera delante del patíbulo); su cabeza será conducida a
Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos; la mano derecha puesta en la
plaza del Socorro, la izquierda en la villa de San Gil; el pie derecho en
Charalá, lugar de su nacimiento, y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes;
declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al
fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de esa manera se dé olvido a
su infame nombre y acabe con tan vil persona, tan detestable memoria, sin que
quede otra que la del odio y espanto que inspiran la fealdad y el delito” ( AGUILERA, 1985).
La sangre derramada de José Antonio Galán y los comuneros no
quedara olvidada en la historia, pues nuestra primera elite ilustrada, la
recogerá y la plasmara en la imprenta, Nuestra
“Patriótica”, de la mano de Antonio Nariño divulgara masivamente la
predica por la esperanza, la justicia y la Paz.
Licenciado En Educación
Básica Con Énfasis en Ciencias Sociales
Universidad Distrital
Francisco Jose De Caldas.
Bibliografia:
ENCINA, Francisco Antonio (1961). Bolívar y la
independencia de la América española: Independencia de Nueva Granada y
Venezuela (parte 1). Tomo III. Santiago: Nacimiento, pp. 17
AGUILERA Peña, Mario. "Los comuneros:
guerra social y lucha anticolonial". Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
1985
[1] Este
impuesto afecto los productos que se daban en la región como el algodón y el
tabaco en las provincias de Socorro, y Guanenta actual Santander.
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